E L C A T A T U M B O R E S I S T E
Escrito por Colombianos en Venezuela/ tomado de ANNCOL
22 de julio de 2013 /
Hace cerca de un siglo se descubrió el oro negro en las tierras del
pueblo Barí, primeros pobladores de lo que hoy se conoce como el
Catatumbo, espacio geográfico que comparten Colombia y Venezuela. Con la
explotación del petróleo, comenzó la tragedia de los pueblos
originarios. La oligarquía colombiana y las multinacionales petroleras
han sido las únicas beneficiarias de las riquezas minerales con que la
naturaleza dotó al territorio colombiano.
Pasan
los años y la historia se repite con la misma casta de victimarios y
las víctimas de siempre: los pobladores del Catatumbo.
En
las últimas décadas, la inconformidad se hace rebeldía, se traduce en
acción y la protesta generalizada irrumpe, se extiende; la respuesta del
Estado pitiyanki neogranadino, es invariablemente la represión;
paralelamente la satanización y la descalificación, ampliada y
profusamente divulgada, por los propietarios mediáticos privados, son la
nota sobresaliente.
Petróleo,
carbón, oro, coltan, hierro, y últimamente se confirma la existencia de
materiales estratégicos como platino y uranio; a mayores recursos
naturales, aunque parezca paradójico, mayor es la marginalidad, la
pobreza y la miseria de la población en general.
Los
acuíferos que surten las aguas del río Catatumbo y las decenas de
tributarios depositan el 75% del precioso y vital líquido al Lago de
Maracaibo. Año tras año, los ríos disminuyen su volumen, aumentando
exponencialmente la contaminación, producto del glifosato, con su
nefasta consecuencia para los pobladores de los países fronterizos.
Riqueza
por doquier; abandono, miseria y marginalidad por dondequiera que
observemos esta extensa región; escuelas cerradas; trochas, en lugar de
carreteras; hospitales sin médicos, sin personal que atienda la
solicitud de sus pobladores en el campo de la salud. En los hechos
estamos en presencia de la imagen cruel y triste del decadente modelo
neoliberal, en nuestro martirizado territorio.
El
28 de mayo de 1999, en una acción concertada entre las Fuerzas Armadas
de Colombia, la policía y los servicios secretos del Estado, y su
criatura siniestra, los paramilitares irrumpen en el Catatumbo. El
resultado no puede ser más trágico: 5.000 muertos, más de 3.000
desaparecidos, y cerca 20.000 desplazados. Con apoyo logístico del
ejército, los “para” se dedicaron al pillaje. El botín: cerca de 20.000
cabezas de ganado robados y todo cuanto era propiedad de la población
expulsada a sangre y fuego.
La
coca sustituye los cultivos de maíz, cacao, plátano, café, arroz,
caraota, zapote. La ganadería mayor y menor disminuyó ostensiblemente.
Las maderas, en el límite de su desaparición. El abandono del Estado es
total. Existimos cuando nos levantamos, protestamos y la respuesta es la
misma: más bases militares, menos escuelas; menos profesores, más
represores. Los aviones militares con su mensaje de guerra, bombardeos,
destrucción y muerte. El Estado guerrerista colombiano siempre ha
contado con el respaldo económico, político y militar de sus hermanos
del alma, los asesores norteamericanos.
El
5 de junio las autoridades municipales, departamentales, presidencia y
sus ministros vuelven a tener noticias de la existencia de los
pobladores del Catatumbo.La Conferencia Episcopal, Piedad Córdoba, Iván
Cepeda –parlamentario- y la ONU han denunciado que en el Catatumbo hay
una grave violación a los DDHH, marcando la diferencia frente a la
intransigencia y la tozuda posición gubernamental. Telesur, es el único
medio presente en el terreno, rompiendo el cerco mediático.
El
inicio de la explotación carbonífera a cielo abierto produce un impacto
ambiental nefasto, afectando la fauna y la flora, la expansión de la
tuberculosis por la presencia de millares de partículas de polvillo de
carbón en la población de ambos lados de la frontera común.
El
gobierno colombiano hoy, como ayer, no tiene voluntad política para
solucionar las exigencias del campesinado del Catatumbo. La experiencia
nos ha demostrado que la maquinaria de guerra del Estado colombiano está
al acecho, prestos a expulsar, castigar y reprimir sin piedad a los
protestantes.
Los
campesinos están en disposición de resistir hasta las últimas
consecuencias. Para garantizar la seguridad de sus familias,
especialmente, los niños, los ancianos y las mujeres, hacemos la
propuesta de crear un refugio humanitario, ubicado en el Consejo Comunal
“Las Guacamayas”, municipio Jesús María Semprún, Estado Zulia,
República Bolivariana de Venezuela.
Presidente
Juan Manuel Santos ¿pretende provocar una tragedia similar a la
ocurrida en la masacre de las bananeras (1928) por defender a las
multinacionales?
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