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Sin tregua y a cualquier precio: historia de la horrible noche que no ha cesado


Por Daniela Patiño, Partido Comunista Clandestino Colombiano.  IAgosto de 2015I

Bajo las faldas de las montañas, donde las coordenadas invisibles persiguen a líderes, lideresas, población civil, insurgentes, activistas y militantes, con lo cual no se dejan ver las contrariedades de un país envuelto en la corrupción, la parapolítica y la narcopolitiquería.
Desde hace más de 50 años que la oligarquía viene asumiendo el poder político y económico de Colombia sin tregua y a cualquier precio, pasando por encima de vidas de campesinos, campesinas y líderes sociales.

Y todo esto a pesar de las investigaciones, las producciones académicas, los informes de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, a la visibilización de las víctimas en la Mesa de Conversaciones. El país formal sigue relegando e ignorando la directa responsabilidad del Estado en nuestra tragedia nacional.

Los narcopolíticos y oligarcas empresarios tienen la osadía de opinar en cualquier medio de comunicación sin reparo; en tiempos modernos se relincha por twitter como lo hacen Uribe y Santos, a diferencia del siglo XIX en donde las sátiras eran a través de las caricaturas políticas, pero igual marcan su acento partidista. Como menciona Acevedo (2000), “En la década de 1940, la caricatura editorial de los principales diarios nacionales tuvo un marcado acento partidista y militante”.1 Esta práctica influyó en el imaginario social y profundizó hasta el tuétano la violencia en Colombia.


Hoy se tiene el coraje de publicitar por los medios de comunicación libros de narcos como por ejemplo “No elegí ser el hijo del cartel”, en donde William Rodríguez revela que “A cada congresista lo comprábamos con 5.000 dólares”, agregando un número de nombres de congresistas y expresidentes involucrados, mostrando la corrupción de la fuerza pública, el congreso y las relaciones con los Estados Unidos.

Sin embargo, al tratar temas nodales para la actual coyuntura buscan no hacer ruido y tienden un manto sobre lo que les afecta como clase en el poder. Por ejemplo, no explican el porqué de las miles de víctimas del Estado y de la fuerza pública ¿Cuántos falsos  positivos han quedado en la impunidad? Pero sí trillan que la insurgencia debe reparar a la sociedad.

En la masacre de “la moral”, entre “lo bueno y lo malo”, se caracteriza a los actos de la insurgencia como malos y cualquier atropello de las fuerzas militares es considerado como un acto bueno, de honor para el país o en últimas, daño colateral. ¿Y los actos vividos, sentidos por las víctimas de los sectores populares, personas desplazadas, despojadas; en dónde quedan durante la masacre de “la moral”? ¿Y los atropellos de las fuerzas militares y policiales del Estado Colombiano, cómo se condenan? ¿La corrupción de los congresistas y empresarios, cómo se condenan?

Los ataques del gobierno y la fuerza militar a la insurgencia en tiempos de los Diálogos de Paz no son actos de honor. Por el contrario, estos actos desmienten al gobierno y a los sectores económicos que representa, demostrando que no quieren perder su poder tras los acuerdos de transformación social, política, económica planteados en la Mesa de La Habana para Colombia.

Así podemos interpretar que queda resumida la pedagogía y didáctica nacional de la Paz para el gobierno colombiano, según lo expresado en la firma del Decreto que reglamenta la 'Cátedra para la Paz':
“los padres de nuestros soldados asesinados y los padres de los guerrilleros muertos son también colombianos (…), por eso he dado la orden a      Medicina Legal de identificar sus cadáveres y entregarlos a sus familias (…) no más guerrilleros enterrados como NN. El Estado garantizará a sus familias que puedan reclamar a sus seres queridos y darles un sepelio como corresponde. Y así será de aquí en adelante”.2

Nuestra vida republicana, marcada por 42 constituciones políticas, mantiene una constante: la férrea defensa de la oligarquía de un orden social excluyente. Se requiere entonces un poder constituyente que incluya las voces de los de abajo.

Seguiremos luchando por la paz y por una Constituyente al servicio del pueblo. Colombia, no puede seguir desangrándose y vendiéndose:
¡La rodilla no pondremos en el suelo!

Han sido más de 50 años de injusticias para los sectores populares y el campesinado de Colombia.
Por nuestros muertos ni un minuto de silencio toda una vida de lucha y combate.

1. Acevedo Carmona, Darío, La caricatura política y la violencia liberal-conservadora. Credencial Historia Bogotá, mayo 2000, N. 125
2. Semana. http://www.semana.com/nacion/articulo/familias-piden-los-cuerpos-de-los-guerrilleros-muertos-en-cauca-antioquia/429047-3

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