Hay lazos invisibles, rutas que se frecuentan cotidianamente pero nadie percibe que en medio de la multitud hay seres vivos que transitan hacia un destino de violencia física, psicosocial, individual y familiar, son mujeres víctimas de trata de personas.
La trata de personas, externa e interna, se ha incrementado en Colombia, como consecuencia de la pobreza en algunos sectores rurales y urbanos. Estudios han demostrado que la pobreza afecta a más de 20 millones de personas, convirtiéndolo en el cuarto país más desigual del mundo.
A pesar de las Convenciones firmadas en el año 2000 en Palermo Italia, contra la delincuencia organizada transnacional; las mujeres mestizas, indígenas y afrodescendientes, provenientes de sectores con insuficientes condiciones de vida en Colombia, sufren de explotación por violencia sexual, prestación de trabajos o servicios forzados, matrimonio servil, mendicidad ajena y para extracción de órganos. Estos son los entre otros, tipos de violencia de género que se viven en el país y que en muchos casos no se conocen las rutas, los destinos ni los victimarios.
La violencia de género es cualquier acción o conducta que, basada en la condición de género, causa muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a las mujeres y a otras personas, tanto en el ámbito público como en el privado.
Su explicación tiene que ver con el patriarcado y el capitalismo, que fomenta las relaciones de poder, las diferencias de clase social y visualiza a la mujer como objeto de deseo, en palabras de Victoria Sendón de León, el machismo es el síntoma de una enfermedad más profunda, estructural y sistémica (Sendón, S.F.p1).
La dominación es ejercida a través de los comportamientos y tienden a ser asumidos como naturales, convirtiéndolos en una violencia simbólica. Se transfigura en dos caras: una dominación objetiva que tiene relación con lo que se puede ver, palpar como la violencia física, las leyes y comportamientos desiguales, que llevan a la exclusión, discriminación y explotación.
La dominación subjetiva, tiene que ver con el sentido, aquello que es difícil de comprobar materialmente, pero está en las formas de nuestras relaciones sociales, laborales, familiares y afectivas.
Las sociedades han sido consientes de la violencia objetiva, aquella que se ve; pero de la violencia subjetiva ejercida en las mujeres muy poco, a pesar de la implementación de la Ley 1257 de 2008 en nuestro país, “por la cual se dictan normas de sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres”, ya lo dice Bourdieu, en las sociedades: “los esquemas inconscientes de dominación patriarcal siguen perviviendo”.
La trata de personas es una violación contra los derechos humanos, sexuales y reproductivos de las mujeres, contra el derecho a la vida, los derechos económicos, culturales y sociales.
Igualmente los valores, tradiciones y creencias patriarcales que están arraigados en la sociedad colombiana contribuyen a negar estos derechos, incluso a tolerar los diferentes tipos de violencia y a dejar en la impunidad los delitos de la trata de personas.
El Estado colombiano es cómplice de estos actos porque no brinda garantías económicas, educativas y laborales para las mujeres, sobre todo para las mujeres de sectores populares, porque no fortalece su autoreconocimiento, autoestima, autonomía y participación política. Todos los programas implementados por el gobierno para las mujeres manejan un alto nivel de corrupción y un prolongado asistencialismo.
La trata de personas, externa e interna, se ha incrementado en Colombia, como consecuencia de la pobreza en algunos sectores rurales y urbanos. Estudios han demostrado que la pobreza afecta a más de 20 millones de personas, convirtiéndolo en el cuarto país más desigual del mundo.
A pesar de las Convenciones firmadas en el año 2000 en Palermo Italia, contra la delincuencia organizada transnacional; las mujeres mestizas, indígenas y afrodescendientes, provenientes de sectores con insuficientes condiciones de vida en Colombia, sufren de explotación por violencia sexual, prestación de trabajos o servicios forzados, matrimonio servil, mendicidad ajena y para extracción de órganos. Estos son los entre otros, tipos de violencia de género que se viven en el país y que en muchos casos no se conocen las rutas, los destinos ni los victimarios.
La violencia de género es cualquier acción o conducta que, basada en la condición de género, causa muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a las mujeres y a otras personas, tanto en el ámbito público como en el privado.
Su explicación tiene que ver con el patriarcado y el capitalismo, que fomenta las relaciones de poder, las diferencias de clase social y visualiza a la mujer como objeto de deseo, en palabras de Victoria Sendón de León, el machismo es el síntoma de una enfermedad más profunda, estructural y sistémica (Sendón, S.F.p1).
La dominación es ejercida a través de los comportamientos y tienden a ser asumidos como naturales, convirtiéndolos en una violencia simbólica. Se transfigura en dos caras: una dominación objetiva que tiene relación con lo que se puede ver, palpar como la violencia física, las leyes y comportamientos desiguales, que llevan a la exclusión, discriminación y explotación.
La dominación subjetiva, tiene que ver con el sentido, aquello que es difícil de comprobar materialmente, pero está en las formas de nuestras relaciones sociales, laborales, familiares y afectivas.
Las sociedades han sido consientes de la violencia objetiva, aquella que se ve; pero de la violencia subjetiva ejercida en las mujeres muy poco, a pesar de la implementación de la Ley 1257 de 2008 en nuestro país, “por la cual se dictan normas de sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres”, ya lo dice Bourdieu, en las sociedades: “los esquemas inconscientes de dominación patriarcal siguen perviviendo”.
La trata de personas es una violación contra los derechos humanos, sexuales y reproductivos de las mujeres, contra el derecho a la vida, los derechos económicos, culturales y sociales.
Igualmente los valores, tradiciones y creencias patriarcales que están arraigados en la sociedad colombiana contribuyen a negar estos derechos, incluso a tolerar los diferentes tipos de violencia y a dejar en la impunidad los delitos de la trata de personas.
El Estado colombiano es cómplice de estos actos porque no brinda garantías económicas, educativas y laborales para las mujeres, sobre todo para las mujeres de sectores populares, porque no fortalece su autoreconocimiento, autoestima, autonomía y participación política. Todos los programas implementados por el gobierno para las mujeres manejan un alto nivel de corrupción y un prolongado asistencialismo.
Tomado de www.mujerfariana.org/index.php/vision-de-mujer/colombia-y-la-mujer/373-violencia-de-genero-en-colombia-fruto-del-modelo-desigual-capitalista-y-patriarcal
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