Desde que hay en el
mundo capitalistas y obreros, no se ha publicado un solo libro que tenga para
los obreros la importancia de éste. En él se estudia científicamente, por
vez primera, la relación entre el capital y el trabajo, eje en torno del cual
gira todo el sistema de la moderna sociedad, y se hace con una profundidad
y un rigor sólo posibles en un alemán. Por más valiosas que son y serán siempre
las obras de un Owen, de un Saint-Simon, de un Fourier, tenía que ser un alemán
quien escalase la cumbre desde la que se domina, claro y nítido —como se domina
desde la cima de las montañas el paisaje de las colinas situadas más abajo—,
todo el campo de las modernas relaciones sociales.
La Economía política
al uso nos enseña que el trabajo es la fuente de toda la riqueza y la medida
de todos los valores, de tal modo, que dos objetos cuya producción haya costado
el mismo tiempo de trabajo encierran idéntico valor; y como, por término medio,
sólo pueden cambiarse entre sí valores iguales, esos objetos deben poder ser
cambiados el uno por el otro. Pero, al mismo tiempo, nos enseña que existe
una especie de trabajo acumulado, al que esa Economía da el nombre de capital,
y que este capital, gracias a los recursos auxiliares que encierra, eleva
cien y mil veces la capacidad productiva del trabajo vivo, en gracia a lo
cual exige una cierta remuneración, que se conoce con el nombre de beneficio
o ganancia.
En su investigación
del capital, Marx parte del hecho sencillo y notorio de que los capitalistas
valorizan su capital por medio del cambio, comprando mercancías con su dinero
para venderlas después por más de lo que les han costado. Por ejemplo, un
capitalista compra algodón por valor de 1.000 táleros y lo revende por 1.10O,
«ganando», por tanto, 100 táleros. Este superávit de 100 táleros,
que viene a incrementar el capital primitivo, es lo que Marx llama plusvalía.
¿De dónde nace esta plusvalía? Los economistas parten del supuesto de
que sólo se cambian valores iguales, y esto, en el campo de la teoría abstracta,
es exacto. Por tanto, la operación consistente en comprar algodón y en volverlo
a vender, no puede engendrar una plusvalía, como no puede engendrarla el hecho
de cambiar un tálero por treinta silbergroschen o el de volver a cambiar las
monedas fraccionarias por el tálero de plata.
Después de realizar esta operación, el poseedor del tálero no es más rico ni más pobre que antes. Mas la plusvalía no puede brotar tampoco del hecho de que los vendedores coloquen sus mercancías por más de lo que valen o de que los compradores las obtengan por debajo de su valor, porque los que ahora son compradores son luego vendedores, y, por tanto, lo que ganan en un caso lo pierden en el otro. Ni puede provenir tampoco de que los compradores y vendedores se engañen los unos a los otros, pues eso no crearía ningún valor nuevo o plusvalía, sino que haría cambiar únicamente la distribución del capital existente entre los capitalistas. Y no obstante, a pesar de comprar y vender las mercancías por lo que valen, el capitalista saca de ellas más valor del que ha invertido. ¿Cómo se explica esto?
Después de realizar esta operación, el poseedor del tálero no es más rico ni más pobre que antes. Mas la plusvalía no puede brotar tampoco del hecho de que los vendedores coloquen sus mercancías por más de lo que valen o de que los compradores las obtengan por debajo de su valor, porque los que ahora son compradores son luego vendedores, y, por tanto, lo que ganan en un caso lo pierden en el otro. Ni puede provenir tampoco de que los compradores y vendedores se engañen los unos a los otros, pues eso no crearía ningún valor nuevo o plusvalía, sino que haría cambiar únicamente la distribución del capital existente entre los capitalistas. Y no obstante, a pesar de comprar y vender las mercancías por lo que valen, el capitalista saca de ellas más valor del que ha invertido. ¿Cómo se explica esto?
Bajo el régimen social
vigente, el capitalista encuentra en el mercado una mercancía que posee
la peregrina cualidad de que, al consumirse, engendra nuevo valor, crea
un nuevo valor: esta mercancía es la fuerza de trabajo.
¿Cuál es el valor
de la fuerza de trabajo? El valor de toda mercancía se mide por el trabajo
necesario para producirla. La fuerza de trabajo existe bajo la forma del obrero
vivo, quien para vivir y mantener además a su familia que garantice la persistencia
de la fuerza de trabajo aun después de su muerte, necesita una determinada
cantidad de medios de vida. El tiempo de trabajo necesario para producir estos
medios de vida representa, por tanto, el valor de la fuerza de trabajo. El
capitalista se lo paga semanalmente al obrero y le compra con ello el uso
de su trabajo durante una semana. Hasta aquí, esperamos que los señores economistas
estarán, sobre poco más o menos, de acuerdo con nosotros, en lo que al valor
de la fuerza de trabajo se refiere.
El capitalista pone
a su obrero a trabajar. El obrero le suministra al cabo de determinado tiempo
la cantidad de trabajo representada por su salario semanal. Supongamos que
el salario semanal de un obrero equivale a tres días de trabajo; si el obrero
comienza a trabajar el lunes, el miércoles por la noche habrá reintegrado
al capitalista el valor íntegro de su salario. Pero, ¿es que deja
de trabajar una vez conseguido esto? Nada de eso. El capitalista le ha comprado
el trabajo de una semana; por tanto, el obrero tiene que seguir trabajando
los tres días que faltan para ésta. Este plustrabajo del obrero, después
de cubrir el tiempo necesario para reembolsar al patrono su salario, es la
fuente de la plusvalía, de la ganancia, del incremento progresivo del
capital.
Y no se diga que eso
de que el obrero rescata en tres días, trabajando, el salario que percibe,
y que durante los tres días restantes trabaja para el capitalista, es una
suposición arbitraria. Por el momento, nos tiene absolutamente sin cuidado,
y es cosa que depende de las circunstancias, el que para reponer el salario
necesite realmente tres días, o dos, o cuatro; lo importante es que, además
del trabajo pagado, el capitalista le saca al obrero trabajo que no le
retribuye. Y esto no es ninguna suposición arbitraria, ya que el día en
que el capitalista, a la larga, sólo sacase del obrero el trabajo que le remunera
mediante el salario, cerraría la fábrica, pues toda su ganancia se iría a
pique.
He
aquí la solución de todas aquellas contradicciones. El nacimiento de la plusvalía
(de la que una parte importante constituye la ganancia del capitalista) es,
ahora, completamente claro y natural. Al obrero se le paga, ciertamente, el
valor de la fuerza de trabajo. Lo que ocurre es que este valor es bastante
inferior al que el capitalista logra sacar de ella, y la diferencia, o sea
el trabajo no retribuido, es lo que constituye precisamente la parte
del capitalista, o mejor dicho, de la clase capitalista. Pues, hasta la ganancia
que en nuestro ejemplo de más arriba obtenía el comerciante algodonero al
vender el algodón, tiene que provenir necesariamente, si la mercancía no sube
de precio, del trabajo no retribuido. El comerciante tiene que vender su mercancía
a un fabricante de tejidos de algodón, quien puede sacar del artículo que
fabrica, además de aquellos 100 táleros, un beneficio para sí, compartiendo,
por tanto, con el comerciante el trabajo no retribuido que se embolsa. De
este trabajo no retribuido viven en general todos los miembros ociosos de
la sociedad. De él salen los impuestos que cobran el Estado y el municipio,
en la parte que grava a la clase capitalista, la renta del suelo abonada a
los terratenientes, etc. Sobre él descansa todo el orden social existente.
Sería necio, sin embargo,
creer que el trabajo no retribuido solo ha surgido bajo las condiciones actuales,
en que la producción corre a cargo de capitalistas de una parte y de obreros
asalariados de otra parte. Nada más lejos de la verdad. La clase oprimida
se ha visto forzada a rendir trabajo no retribuido en todas las épocas de
la historia. Durante los largos siglos en que la esclavitud era la forma dominante
de organización del trabajo, los esclavos veíanse obligados a trabajar mucho
más de lo que se les pagaba en forma de medios de vida. Bajo la dominación
de la servidumbre de la gleba y hasta la abolición de la prestación personal
campesina, ocurría lo mismo; aquí, incluso adquiría forma tangible la diferencia
entre el tiempo durante el cual el campesino trabajaba para su propio sustento
y el plustrabajo que rendía para el señor feudal, precisamente porque éste
lo ejecutaba en otro sitio que aquel. Hoy, la forma ha cambiado, pero el fondo
sigue siendo el mismo, y mientras «una parte de la sociedad posea el
monopolio de los medios de producción, el obrero, sea libre o no libre, no
tendrá más remedio que añadir al tiempo durante el cual trabaja para su propio
sustento un tiempo de trabajo adicional para producir los medios de vida destinados
a los poseedores de los instrumentos de producción» (Marx, pág.
202) [SEGUIR LEYENDO].
El Capital de Karl Marx Tomo I en PDF (490 páginas)
El Capital de Karl Marx Tomo II en PDF (424 páginas)
El Capital de Karl Marx Tomo III en PDF(527 páginas)
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(Seccionado en 22 arcihvos en pdf)
(en inglés, 49 tomos en PDF)
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(Selección de obras escritas entre 1845 y 1859). Moscú: Progreso, 1980, 289 páginas
(Selección de obras escritas entre 1864 y 1894). Moscú: Progreso, 1980, 257 páginas
(Selección de obras escritas entre 1875 y 1895). Moscú: Progreso, 1980, 288 páginas
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