La esquizofrenia de Santos
Negociación y confrontación
por José Antonio Gutiérrez D. // 31-07-2014 //
“Esa es la locura de este país: tiene la sofisticación de Alemania y la violencia de Congo. La combinación es insólita. Por ejemplo: en este país se adelanta una negociación mientras se mantiene el combate y los de las Farc son condenados mientras se mantienen negociando. Eso no ha ocurrido en ningún lado. ” [1]
(Luis Moreno Ocampo, 28 de Julio, 2014)
Aunque uno está acostumbrado a declaraciones cínicas por parte de los politiqueros colombianos de toda laya, reconozco que estas declaraciones me parecen extraordinariamente irresponsables. No se trata ya de que Santos tenga tal cara dura que parece que la tuviera cubierta de callosidades. Estamos ante un cuadro más complejo: parece que Santos sufre de una personalidad verdaderamente esquizofrénica. Existe una disociación profunda en su comportamiento en lo relativo a la paz y su percepción de la realidad parece totalmente alterada.
Primero que nada, porque mientras lamenta amargamente los golpes de la insurgencia a este centro nervioso de la oligarquía transnacionalizada, puerto totalmente (para)militarizado, le parece perfectamente normal el escalamiento de las agresiones militares contra la población civil en Bolívar, Meta, Antioquia y, sobretodo, en el Catatumbo. Segundo, porque hace una pregunta sorprendente a los guerrilleros: “por qué es que hablan ustedes en La Habana de paz y siguen en guerra”. Esto se le puede responder fácilmente. Hablan de paz en La Habana porque hicieron un acuerdo de negociación para la superación del conflicto social y armado con su merced. Y siguen en guerra en Colombia, precisamente porque su merced ha insistido en que no habrá cese al fuego bilateral mientras no se firme el acuerdo de paz. Realmente Santos tiene o mucha esquizofrenia o muy mala memoria: es precisamente él quien ha puesto estas condiciones a los insurgentes. Condiciones por lo demás insólitas, nunca vistas en ninguna otra parte, según el fiscal de la Corte Penal Internacional Luis Carlos Ocampo, quien además llamó a esta situación una “locura”. Esquizofrenia diría yo, para ser un poco más preciso.
Santos tal vez no se ha enterado desde su torre de marfil en el norte de Bogotá, pero las FARC-EP son un movimiento guerrillero en un conflicto de carácter irregular. Como tal, los ataques a la infraestructura son un aspecto esencial de este tipo de confrontación asimétrica y esto no es exclusivo de los guerrilleros colombianos, sino un hecho universal. Ellos no han cambiado su modus operandi desde el inicio de las negociaciones así que no sabemos por qué la sorpresa. Sorpresa que es cinismo cuando en más de una ocasión este movimiento guerrillero ha planteado la necesidad de una tregua bilateral y ha decretado, de manera unilateral, en múltiples ocasiones, cese al fuego –ocasiones aprovechada por el Ejército para redoblar la presión militar de manera cobarde. Santos, en vez de amenazar, irresponsablemente con terminar las negociaciones sencillamente porque las FARC-EP están respetando las reglas del juego que él mismo impuso, debería preguntarse si la negociación de paz es sostenible en las condiciones actualmente planteadas.
El encantador de serpientes debería decidir su posición: o se sigue negociando en medio de la confrontación, y entonces debe asumir las consecuencias de esta torpe decisión, o se decreta un cese al fuego bilateral, y entonces debe tener capacidad para enfrentar las presiones de Washington y del bloque militar-terrateniente-mafioso. Decida lo que decida, lo importante es que Santos deje de exhibir un comportamiento esquizofrénico y asuma las consecuencias de sus acciones. El tema de fondo es que negociar en medio de la confrontación, más aún cuando el gobierno también rechaza adoptar medidas para la “humanización del conflicto”, se demuestra hoy más que nunca como un absurdo. No hay peor enemigo hoy para el proceso de negociación que la dinámica del enfrentamiento. Hoy el tema real no es que la insurgencia pise el acelerador a fin de lograr la paz exprés, como pretenden algunos vividores de las industrias de la guerra y de la paz, sino exigir un cese inmediato de las hostilidades para generar un ambiente propicio para que las negociaciones avancen con el menor ruido posible. Cualquier persona con dos dedos de frente se da cuenta de ello. A lo mejor después de las elecciones, el “presidente de la paz” ya no tiene ningún interés objetivo en las negociaciones y sencillamente está preparando el terreno para patear la mesa. Los dientes ya los viene mostrando, desde hace rato. Allá los que quieran hacerse falsas ilusiones, pero hoy lo único que puede salvar el proceso es la presión popular porque dudo mucho que el gobierno de un paso de esta magnitud por propia voluntad.
NOTAS:
[1] http://www.verdadabierta.com/
[2] http://www.semana.com/nacion/
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