La Habana, Cuba sede de los diálogos de paz/
26 de marzo, día del derecho universal de los pueblos a la rebelión armada
“Consideré y considero que Marulanda fue uno de los más destacados Guerrilleros colombianos y latinoamericanos. Cuando muchos nombres de políticos mediocres sean olvidados, el de Marulanda será reconocido como uno de los más dignos y firmes luchadores por el bienestar de los Campesinos, los trabajadores y los pobres de América Latina”. FIDEL CASTRO RUZ.
Se conmemora hoy el sexto aniversario de la muerte física del Comandante Manuel Marulanda Vélez.
60 años de rebeldía contra un régimen político injusto, 60 años de lucha consecuente por la paz con justicia social; 60 años de combate y de construcción de la victoria popular, no podían morir con la muerte física de un hombre.
Marulanda fue un consecuente guerrero de la paz. La solución política del conflicto sobre la base del cambio de las injustas estructuras políticas, económicas y sociales, es el basamento de su estrategia guerrillera.
Personalmente, Marulanda condujo todas las conversaciones con los gobiernos dirigidas a ese propósito de humanidad.
En 1958, desde su puesto de mando en la montaña instrumentó a los voceros insurgentes, encabezados por Jacobo Prías Alape, Charronegro, para el diálogo con el gobierno del Frente Nacional.
Más tarde en 1984, en compañía de Jacobo Arenas, comandó la estrategia del diálogo con el gobierno del presidente Belisario Betancur. Como resultado de este esfuerzo se firmó el Acuerdo de La Uribe, un gran pacto político militar que significó una tregua bilateral que paró la guerra en Colombia por varios años.
En el entretanto, las FARC se convirtieron en la plataforma de lanzamiento para el surgimiento de un nuevo movimiento político, la UNIÓN PATRIÓTICA.
Lamentablemente, el Estado no estaba preparado para la Paz. Dominado por el extremo militarismo, las mafias, el guerrerismo hirsuto y la guerra sucia, incumpliendo todo lo pactado, arrojó por la borda la extraordinaria posibilidad de una paz definitiva para Colombia que posibilitaba el acuerdo firmado, y se desbordó por los caminos de la guerra sucia.
Más tarde, luego de la contraofensiva guerrillera de las FARC que estremeció al país, desatada por el bombardeo de la fuerza aérea a Casa Verde que era el cuartel general de Manuel Marulanda en 1990 y ordenado por el presidente Cesar Gaviria, el gobierno retornó al dialogo.
Tras arduos intercambios y discusiones, todos ellos colmados de contenido político, al fin pudo abrirse nuevamente el capítulo del dialogo como fórmula de alcanzar una salida política al largo y complejo conflicto colombiano.
Comenzó asi la etapa de los diálogos de Caracas, en la hermana república de Venezuela y después en Tlaxcala México.
De nuevo está Marulanda con sus compañeros de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar al frente de su obsesión: la paz por la vía menos dolorosa, la de la solución política, la del acuerdo nacional.
Pero finalmente, como lo reseñó Alfonso Cano, “los diálogos se frustraron porque el gobierno solo requería de pretextos para intensificar su guerra integral contra el pueblo e imponer a sangre y fuego la APERTURA ECONÓMICA NEOLIBERAL”.
En 1999, durante el gobierno de Andrés Pastrana, el espacio de los diálogos de paz se traslada a San Vicente del Caguán.
El comandante Manuel Marulanda, conocedor como el que más de la importancia de esta batalla política, establece su cuartel a cinco minutos de un lugar llamado “Los Pozos”, sitio donde se había instalado la Mesa, para orientar en tiempo real a los portavoces rebeldes y seguir el pulso y la progresión del debate en torno a la agenda convenida con el gobierno.
Entonces, Marulanda desata su arrolladora dinámica. Exige al presidente Andrés Pastrana frenar las masacres del paramilitarismo de Estado, como condición para firmar EL ACUERDO DE PAZ.
Es artífice de la iniciativa de la Mesa Temática, donde se escucha el cuestionamiento de los diversos sectores sociales del país a la política neoliberal.
Propone establecer un subsidio Estatal a los desempleados mientras se convienen en la mesa fórmulas para superar el desempleo.
Promueve en una audiencia pública internacional y ante todo el cuerpo diplomático acreditado en el país, un plan de sustitución de los denominados cultivos ilícitos, a través de un proyecto de desarrollo dirigido por los campesinos cultivadores, y direccionado a mejorar el nivel de vida de sus regiones olvidadas.
Dialoga con los obreros, con los estudiantes, con los campesinos, con los afro colombianos, los indígenas, las mujeres, los académicos, los dirigentes políticos, con el jefe de la bolsa de valores de Nueva York, con los empresarios colombianos, con la reina Noor de Jordania, con el Presidente Pastrana y con todos aquellos que quisieran escuchar el punto de vista de las FARC-EP en torno al problema crucial de la guerra y de la paz en Colombia.
Pero el presidente Andrés Pastrana, un líder político mediocre, un presidente incapaz, sin la grandeza política que se requiere para entender toda la complejidad inmersa en la solución al grave conflicto que por más de medio siglo ha sacudido a nuestro país, solo tenía en su mente, ganar tiempo para fortalecer su maquinaria de guerra, para escalar el conflicto en intima alianza con el Comando sur del ejército de los Estados Unidos.
Su mezquindad, su miopía y su nula estatura política se expresó en la ejecución del denominado “Plan Colombia” que ya había sido diseñado por los halcones y estrategas del gobierno de Washington y en miles de masacres paramilitares que inundaron de sangre y dolor a Colombia conduciendo al desplazamiento de más de seis millones de campesinos de sus regiones y al despojo de más de seis millones de hectáreas de tierras por parte de terratenientes y latifundistas ligados íntimamente al poder político y con la contribución y el respaldo de las fuerzas armadas oficiales. Cínicamente, el expresidente Pastrana ha esgrimido en sus memorias y declaraciones públicas como el único logro de su gobierno haber sido capaz de “engañar” a Marulanda, frenar la ofensiva militar de las FARC EP, haber implementado el llamado PLAN COLOMBIA y a través de él, la reingeniería y recomposición de sus fuerzas militares.
Era evidente que él no quería producir cambios en las injustas estructuras ni mejorar las condiciones de vida de los colombianos. Eso es algo que hoy ya nadie discute.
Ahora nos encontramos en La Habana, buscando la paz como derecho síntesis, como derecho supremo sin el cual no es posible la concreción de ningún otro derecho, y lo hacemos bajo el mandato imperativo de las grandes mayorías nacionales que anhelan la terminación del más largo y doloroso conflicto interno escenificado en el continente.
Somos optimistas. Sin lugar a dudas hemos avanzado en la construcción de acuerdos parciales con la contraparte, el Estado.
Hoy podemos presentarle al país, al que nos debemos y a la gente que nos rodea con su afecto y su apoyo moral, dos acuerdos parciales referidos a la POLÍTICA AGRARIA Y RURAL, y al tema de la PARTICIPACIÓN POLÍTICA que busca y pretende la instauración en Colombia de la democracia real para todos los colombianos.
El logro de la paz con justicia social, con cambios estructurales en lo político y lo económico, el establecimiento de una nueva doctrina militar y el rescate del sentimiento de soberanía, será el más grande homenaje que podamos rendirle a Manuel Marulanda Vélez, un hombre que como Bolívar pudo decir que “la insurrección se anuncia con el espíritu de paz; se resiste al despotismo porque éste destruye la paz, y no toma las armas sino para obligar a sus enemigos a la paz”.
Las FARC agradecemos, como un reconocimiento colmado de justicia y solidaridad, la decisión del Movimiento Continental Bolivariano de instituir el 26 de marzo, fecha de la desaparición física del comandante Manuel Marulanda, como DÍA DEL DERECHO UNIVERSAL DE LOS PUEBLOS A LA REBELIÓN ARMADA. Nada más justo que esta generosa decisión.
La paz vencerá, estamos seguros.
DELEGACIÓN DE PAZ DE LAS FARC-EP.
Foto: FARC-EP
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